sábado, agosto 21, 2010

POCOS RICOS, MUCHOS LÁZAROS…

POCOS RICOS, MUCHOS LÁZAROS… 

Existió un hombre rico que se vestía con ropa finísima y comía regiamente todos los días. Existió también un pobre, llamado Lázaro, todo cubierto de llagas, que estaba tendido a la puerta del rico. Deseaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico, y hasta los perros venían a lamerle las llagas. Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles al cielo junto a Abraham. También murió el rico, y lo sepultaron. Estando en el infierno, en medio de los tormentos, el rico levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro con él, en su regazo. Entonces gritó: “Padre Abraham, ten piedad de mí, y manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me atormentan estas llamas.” Abraham le respondió: “Hijo, recuerda que tú recibiste tus bienes durante la vida, mientras que Lázaro recibió males. Ahora él encuentra aquí consuelo y tú, en cambio, tormentos. Además, mira que hay un abismo tremendo entre ustedes y nosotros, y los que quieran cruzar desde aquí hasta ustedes no podrían hacerlo, ni tampoco lo podrían hacer del lado de ustedes al nuestro.” El otro replicó: “Entonces te ruego, padre Abraham, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, a mis cinco hermanos: que vaya a darles su testimonio para que no vengan también ellos a parar a este lugar de tormento.” Abraham le contestó: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.” El rico insistió: “No lo harán, padre Abraham; pero si alguno de entre los muertos fuera donde ellos, se arrepentirían.” Abraham le replicó: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos, no se convencerán.” 
San Lucas 16: 19-31 

Los Evangelios narran que Jesús siempre tuvo una postura crítica frente a los ricos de su tiempo, se indignaba al ver que derrochaban sus vidas en fiestas y banquetes, despilfarrando lujo y riqueza, mientras que los sectores excluidos pasaban hambre y miseria. 

Nuestro Señor condenó enérgicamente esta demostración de soberbia por parte de los poderosos y trabajó con dedicación para que los pobres de su época tomaran conciencia de su situación, se organizaran y se movilizaran para asumir el construir UN MUNDO NUEVO

A los relatos de Lucas, el médico, podemos dividirlos en tres etapas. 

En la primera, se describe a los personajes de esta historia: Un hombre rico que "se viste con ropa fina y elegante" y todos los días "hacía fiestas con mucho lujo", y un pordiosero llamado Lázaro, que no tenía absolutamente nada, "estaba lleno de llagas y se sentaba a la puerta del rico" con la esperanza de comer las sobras de la mesa, junto con los perros que lo lamían. 

Desconozco si algún artista interpretó esto, pero si alguien pintara esta obra describiría una realidad latinoamericana todavía no resuelta, una realidad argentina no resuelta, y una realidad concreta y actual en la Ciudad de Buenos Aires, donde los pobres comen de las sobras de los ricos o se sientan a su mesa (si la tienen) para ver por televisión el despilfarro de una señora que disfruta de su banquete todos los mediodías; o a un ignoto empresario millonario que se jacta de sus posesiones y lujos mientras trabajadores/as de su empresa reclaman a sus puertas por el respeto a sus derechos. 

En la segunda etapa, la situación cambia radicalmente. El rico y el pobre mueren y la Justicia Divina se hace presente. Lázaro ha sido premiado y se encuentra en el paraíso porque “bienaventurados son los pobres…”, mientras que el rico fue castigado y sufre el fuego tormentoso del infierno “porque es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre al Reino de los Cielos”. Dios hizo y hace justicia a los pobres que sufren, y castiga severamente a los ricos soberbios. 

En la tercera etapa el rico ve de lejos Abraham y a Lázaro en el cielo. Y entonces le grita a Abraham que envíe a Lázaro a refrescar su lengua con agua. Ni el fuego del infierno había terminado con la soberbia y el espíritu de dominación del rico: él pide que le envíen al pobre para un “mandado”. Abraham le contesta que existe un abismo entre el paraíso y el infierno, y que no existe comunicación alguna. Es una petición realmente imposible de cumplir. 

El rico insiste y le hace a Abraham un segundo pedido: "manda a Lázaro a casa de mi padre, donde hay cinco hermanos, para que les explique lo doloroso que es estar aquí". Nuevamente el rico plantea utilizar al pobre Lázaro y Abraham vuelve a rechazar el pedido. El rico vuelve a insistir con un tercer pedido: “por qué no permites que un muerto resucite y se los envías s a mis familiares para que ellos se arrepientan". Abraham lo rechaza por tercera vez, y replica categóricamente: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, aunque resucite uno de entre los muertos, no se convencerán.” 

Los ricos, a lo largo de la historia, han actuado con soberbia. En nuestro país conocemos algunos que se exhiben descaradamente ante la necesidad de los sectores humildes, disfrutando los "placeres" de este mundo: grandes mansiones, autos carísimos, etc. Las riquezas y el amor al dinero son la razón de su vida. También hay algunos ricos que son solidarios y misericordiosos con los sufrimientos de los débiles, y utilizan su riqueza a favor de otros, la comparten. 

Los Lázaros de la Ciudad de Buenos Aires. 
Son parte de nuestra Iglesia y caminan nuestros barrios, los desalojan de sus casas, los vemos en las plazas y duermen en las calles. Muchos no quieren verlos porque sus miradas los avergüenzan. 

En los Servicios Diaconales Comunitarios (merienda, cena, servicio de higiene, ropero, peluquería, etc.) y en nuestras Celebraciones Comunitarias (cultos) nos estamos encontrando con Lázaros. No tienen riquezas materiales, pero sí luchan por una vida digna; y su esperanza radica en que nunca dejan de soñarla. 

Pastores Diego Mendieta y Gabriela Guerreros

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