jueves, marzo 11, 2010

JUSTICIA PARA EL POBRE...

Jesús les contó otra parábola sobre la necesidad de ser constantes en la oración y no desanimarse: -En cierta ciudad había un juez que no tenía temor de Dios ni respetaba a nadie. Y en aquella ciudad vivía una viuda que iba a ver al juez con frecuencia para pedirle que le hiciera justicia en un pleito que tenía con uno que le hacía la vida imposible. El juez no le hizo caso durante bastante tiempo; pero llegó un momento en que se dijo para sus adentros: Es verdad que yo no tengo temor de Dios ni respeto a nadie; pero esta viuda no deja de fastidiarme, de modo que le haré justicia, no sea que acabe por hacerme polvo del todo. Y el Señor insistió : ¡Fijaos lo que acabó por decir aquel juez tan malvado! ¿Y creéis que Dios no les hará justicia a sus amigos que se lo piden día y noche? ¿Creéis que le dará largas al asunto? ¡Os aseguro que se dará prisa a hacerles justicia! Pero, cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿quedará algo de fe en la Tierra? San Lucas 18:1-9

Consientes de que vivimos bajo un sistema capitalista, es necesario reafirmar sin miedo ni prejuicios nuestra fe y compromiso con el Dios de la vida y los sectores afectados por la perversidad de ésta estructura de muerte que intenta quebrantar el espíritu de los débiles y pobres de nuestros pueblos, azotándolos y violando sistemáticamente los derechos fundamentales para vivir la vida, pero la resistencia de los pobres y la esperanza de un mundo nuevo y un hombre nuevo no se rompe.

En su tiempo, Jesús de Nazaret enseño a sus compañeros/as seguidores/as sobre la necesidad de resistir, los instruyó en la capacidad de concientizar, organizar y movilizar al pueblo de aquel entonces.

Es importante, en nuestra realidad como pentecostales, resaltar este punto porque algunos nos “venden o predican” la idea de un Jesús dulce y temeroso, siempre ofreciendo la otra mejilla para ser abofeteada, negando al Jesús de los Evangelios, el Jesús que expulsa a los mercaderes del templo, el que entra victorioso en Jerusalén, o el que enfrenta la muerte en la cruz. Como seguidores de Jesús creemos en su humanidad y en su divinidad, en su ternura y en su firmeza, en su denuncia del mundo corrupto y en su anuncio del Reinado de Dios.

En el texto de hoy, el evangelio nos habla de una viuda y de un juez, un juez que "ni temía a Dios ni respetaba a los hombres", era una persona poderosa y muy malvada. Por otra parte, en el mismo pueblo existía una viuda que tenía una causa. No se nos describe a la viuda, pero podemos imaginarnos que era una persona pobre, sin muchos recursos, abandonada.

La viuda visitó al juez para pedirle justicia contra su adversario. Tampoco conocemos el carácter de la causa, pero podría tratarse de un problema de deudas o de tierras, problemas comunes entre los pobres. Lo que si sabemos, es que durante mucho tiempo el juez no quiso atender a la viuda y con prepotencia pisoteaba su dignidad.

Nos imaginamos el sufrimiento e impotencia de esta pobre viuda, porque hoy como Iglesia nos toca acompañar a decenas de familias del Centro Comunitario La Casa, el Hotel El Cid, y otros… familias que recorren juzgados, legislaturas y oficinas, sin encontrar respuestas a su problemática habitacional, entonces vemos y sentimos la angustia, la frustración y la soledad junto a ellas.

“…el pobre lucha por la una vida digna, y su esperanza radica en que nunca deja de soñarla.”

La viuda no se dio por vencida, porque “el pobre lucha por la una vida digna, y su esperanza radica en que nunca deja de soñarla”. No tenemos muchos detalles pero sí que ella insistió y continuó con su petición de que se le hiciera justicia; la prepotencia y la altanería del juez no logró doblegarla, nada pudo romper su voluntad de luchar y al final el mismo juez tuvo que ceder ante la firmeza de la viuda y reconocerle sus derechos.

Jesús contrasta esta actitud del juez que actúa movido por sus mezquinos intereses, con la actitud de Dios que actúa impulsado por el amor. Jesús se pregunta: ¿acaso Dios no defenderá también a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar?

Jesús les promete a sus discípulos que Dios los defenderá sin demoras. Pueden tener la seguridad que Dios escuchara sus peticiones y los acompañara en sus luchas y pruebas.

El texto concluye con una pregunta que sigue sin respuesta: cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la tierra?

A Jesús le preocupaba como el sistema perverso que opera en este mundo, siembra y condiciona a la humanidad a vivir con miedos, a escapar de los conflictos, a correr detrás del egoísmo, a evitar tenciones…

Es por esto que nos revela por medio de una viuda la clave de la vida: Dios nos hace justicia en la medida que busquemos la justicia. Dios nos acompaña en la lucha. Dios nunca nos abandona, siempre está presente en nuestra vida.

El espíritu rebelde de la viuda es el Espíritu de Dios.

En un mundo que cada vez se vuelve más desigual y más violento es importante que no tengamos miedo ante jueces o gobernantes corruptos y arrogantes, que no temen a Dios ni respetan a las personas.

El espíritu rebelde de la viuda debe ser el espíritu de nuestro pueblo. No nos cansemos de exigir vivienda, trabajo, salud, educación para todas y todos.

Pastores Diego Mendieta y Gabriela Guerreros

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